19 febrero 2016

Se necesita una regeneración urgente




   Cada vez parece más inverosímil la situación de la clase política española, que por cierto no tiene clase alguna. En la jornada de hoy ha dimitido una de las históricas del Partido Popular, la veterana Esperanza Aguírre, tras la noticia de haber sido imputada en la conocida como trama Púnica. Con o sin razón, ha sido una mujer muy criticada por cada uno de sus actos, de los cuales puedo estar más o menos de acuerdo, pero con esta muestra de humildad, generosidad hacia el pueblo y ejemplo ha salido por la puerta grande de la Comunidad de Madrid. 

   Como me pronunciaba en anteriores jornadas, ser o estar imputado no es sinónimo de ser culpable, pero le honra a esta señora haber puesto su cargo a disposición de su partido y del pueblo una vez que haya existido la mínima posibilidad de haber engañado a sus votantes. 

   Y más allá de esta dimisión, muchos son los que piensan que ya era hora que abandonase la política activa y que debiera de nacer, ante la actual situación de los de su clase a nivel genérico, una renovación generacional de la política española tan denostada en los últimos años. Muchos son los puestos de dirección de los diferentes partidos que mantienen a las mismas personas, las cuales no tienen mucho más que aportar. Obviamente la experiencia es un valor a tener muy en cuenta pero, si no son capaces de llamar la atención del electorado, no entiendo como las fuerzas internas siguen manteniendo en semejantes frentes de responsabilidad a personas que ya no aportan nada. 

Además, como mantendría José María Aznar, el tiempo máximo de un gobernante al frente de una institución debiera ser de ocho años, porque posteriormente se encasillan y apoltronan en sus despachos. De muestra tenemos a los numerosos casos surgidos en el palacio de San Telmo, para este tipo de ejemplos la Junta de Andalucía es el mejor. 

   Es por todo ello que, desde las bases más profundas de fotos los partidos, la regeneración política debiera de fijarse en la Casa del Rey, un claro ejemplo de que, ante las adversidades duras hay que dejar paso a la juventud con sus ideas nuevas y sus ideales. 



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