08 febrero 2016

Los gobernantes son el reflejo de la sociedad




   Ciertamente es bastante extraño el día en el que nos despertamos sin ver en las noticias algún nuevo de caso de corrupción política. Tanto los de un color como otro, no paran de sorprendernos con dirigentes, proveedores o personas muy cercanas a las que la sociedad señala de forma estrepitosa y sin ningún tipo de miedo. Es como si toda la ira contenida de la vida personal de cada uno se fuese en ello.

   Lo que realmente me asombra, no es solo la situación de corrupción que está viviendo nuestro país, sino además la ignorancia tan supina que poseen quienes culpan de lucrarse de sus puestos públicos y son imputados. Ser imputado no significa ser culpable. Es algo que deberían de insistir en aclarar los contertulios y periodistas de nuestros medios de comunicación.

   Pero no crean que mis anteriores palabras son argumentos para restarle importancia a quienes cometen un delito. Como apasionado de la justicia y los derechos de todos los seres humanos, mi deseo más profundo es que el peso de la ley recaiga en todos aquellos que infringen las normas de nuestro estado de bienestar. Es más, a cargos públicos, los cuales son elegidos por el pueblo, que se han aprovechado de una manera u otra de sus puestos, deberían someterles y adjudicarles castigos aún mayores. ¡¡Han robado dinero de quienes los han votado!!

   Así mismo, y repito que no es ningún tipo de argumento para restarle importante a los casos de corrupción que estamos viviendo en la actualidad política de nuestro país, pero habría que hacer un examen interno y recapacitar sobre todas las personas que conocemos que, en sus puestos de trabajo, sea de la índole que sea, siempre se toman algún tipo de licencia personal para lucrarse de algún modo o de satisfacer los deseos de alguien. Desde quien puede colar a algún amigo o familiar ante una espera abarrotada de personas, hasta a aquel que extrae material de su trabajo. Entiendan que todos, por mínimo que nos parezca, estamos robando algo que no es nuestro.

   Y es que, para exigir hay que predicar con el ejemplo, y este país sería mucho más rico y próspero si sus ciudadanos poseyesen unos valores que exigen a sus dirigentes, ya que estos no son más que el reflejo de la sociedad.

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